
Trans/Form/Ação, Marília, v. 39, n. 2, p. 9-30, Abr./Jun., 2016 11
Los sostas y la antilogía Artigos / Articles
Engaño lógico y trampa moral, esas son las dos descalicaciones de
las que han sido objeto los sostas desde la misma Grecia y que resumen lo
esencial de la degradación intelectual que les sería propia. En relación con esto
proponemos la siguiente tesis referida solamente al aspecto lógico de la cuestión y
no a sus consecuencias morales: la forma de argumentación sofística, convertida
en la doctrina de la antilogía, posee un valor lógico propio, que, si bien está
muy lejos del valor de la teoría del silogismo aristotélico, puede hoy rescatarse
de ella algunos aspectos lógicos interesantes. En especíco, se propone que los
argumentos encontrados en los Discursos y en Gorgias contienen las falacias no
formales que indicó Aristóteles, pero que, sin embargo, esos argumentos no son
falaciosos desde un punto de vista de la validez formal. En otros términos, hoy
podemos reconstruir algunos de esos razonamientos y comprobar que, sin hacer
mención a cuestiones de semántica no formal, son lógicamente válidos según los
parámetros de validez de la lógica actual.
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Como lo hace notar O´Grady, efectivamente hay sostas que hicieron
honor a la fama transmitida hasta hoy, cuyas doctrinas resultaban peligrosas
moralmente y falaces lógicamente; son los casos, por ejemplo, de Eutidemo,
de Dionisodoro y de Trasímaco (O’GRADY, 2008, p.17). Pero eso no implica
que pueda establecerse la identidad sofística=falacia=inmoralidad, errada
identicación con la que la losofía ha vivido hasta hoy.
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Por otra parte, y
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La cuestión ética implicada en el supuesto del uso consciente de falacias con nes de interés personal
y engaño es un tema que rebasa este artículo. La sanción moral del sosta no radica sólo en la existencia
de falacias sino que en su uso intencionado, cuestión en la que se centran Platón y Aristóteles. Platón
en el Sosta (218c-232d) por ejemplo, asocia la actividad del sosta al logro del dinero, cuestión que
hizo notar Filostrato (L.I, 495) respecto de Protágoras, a un mero imitador de realidades. Aristóteles,
por su parte, (Retórica, 1402 a 11), hace alusión al sosta de Abdera como aquel que se dedica a
transformar el peor de los argumentos en el mejor. Pero esta crítica al sosta, si bien tiene mucho de
acertada, también ignora mucho y es muy sesgada. Debe considerarse que la descalicación moral del
sosta ha sido tan profunda que por mucho tiempo se desconocieron sus aportes a la comprensión
del lenguaje, en ámbitos gramaticales, como son la preocupación por la sinonimia, o las partes de
la oración, el uso de las palabras o la etimología. En una sociedad y cultura erísticas como la griega
antigua, el sosta representó, además, la expresión de las competencias agonales y la conformación
de la vida política y pública en general, además de constituir la primera idea de la educación pública
reexiva. Cassin (2008, p. 12) arma al respecto: “En vez de meditar sobre el ser como los eleatas, o
sobre la naturaleza como los físicos jonios, deciden ser educadores profesionales, extranjeros itinerantes
que comercian con su sabiduría, su cultura, sus competencias, tal cual lo hacen las hetarias con sus
encantos. Son, al mismo tiempo, hombres de poder, que saben cómo persuadir a los jueces, volcar la
opinión de una asamblea, llevar a puerto una embajada, dar sus leyes a una nueva ciudad, intruir en
la democracia; en síntesis, hacer obra política”. Sobre Protágoras en especíco y su rol en la cultura,
véase Cappelletti (1987).
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En este punto, quisiera agradecer las observaciones que sobre la sofística, su naturaleza y alcances, así
como de los Discursos y Gorgias, en particular, ha hecho a este artículo uno de los evaluadores ciegos